Los neuromoduladores y los rellenos dérmicos son dos de los tratamientos más solicitados en medicina estética. Aunque a menudo se confunden, en realidad cumplen funciones distintas y, bien combinados, permiten lograr resultados muy naturales. Conocer sus diferencias te ayudará a entender cuál es la mejor opción para tus necesidades y a confiar más en el proceso.
¿Qué son los neuromoduladores?
Los neuromoduladores actúan relajando temporalmente la actividad de los músculos faciales responsables de gestos repetitivos, como fruncir el ceño o levantar las cejas. Gracias a ello, se suavizan las arrugas dinámicas (las que aparecen con la expresión) y se previene su profundización con el tiempo. El resultado es un aspecto más relajado y descansado, sin perder expresividad.
¿Qué hacen los rellenos dérmicos?
Los rellenos, por su parte, se emplean para recuperar volúmenes perdidos, redefinir contornos o hidratar profundamente la piel. El ácido hialurónico es el más utilizado, dado que es una sustancia presente de forma natural en el organismo y ofrece resultados inmediatos y seguros. Se aplican en zonas como labios, pómulos, surcos nasogenianos o mentón.
¿Por qué son complementarios?
Mientras que los neuromoduladores previenen y suavizan arrugas dinámicas, los rellenos corrigen la falta de volumen y mejoran la armonía facial. Juntos, forman un plan estético integral que rejuvenece de forma equilibrada. La clave está en un diagnóstico médico preciso que determine qué técnica se adapta mejor a tus necesidades.